- Ven, acércate más, mírame bien.
Estoy aquí, otra vez, para darme contigo.
No me dejes así, tan pura, tan blanca,
con ansia de tus pensamientos.
- No sé si pueda, me da miedo.
- Vísteme.
Piénsame cubierta con el vestido negro que me inventas,
mánchame con las ideas vertiginosas de tu mente,
trázame de nuevo.
- Tengo miedo de no hacerlo bien,
tengo miedo al fracaso.
- Lo harás bien, lo sé. Acércate y penétrame en silencio,
que sólo se oiga el ruido de tu cuerpo llenándome de ríos,
pintándome de formas.
- ¿Y si me quedo corto?, ¿si te falto?,
¿si me paso?
- Pon los ojos, la mirada, el universo,
en tus manos y tócame.
Dame la locura de tu gracia,
dame la fluidez, del sentimiento.
- ¿Y si no puedo?, ¿si no te amo lo suficiente para volcarme, pervertirte transformarte?
- Entonces vendrá otra a seducirte
como lo hago yo ahora.
Se posará frente a ti y volverá el rito.
Mirará, como yo,
tus inseguridades,tus miedos,
y te atrapará para que la inundes con tus desvaríos,
para que le digas, te abras, le cuentes.
- No quiero tocarte y luego ver en ti mi fracaso.
No quiero verte después y dejar de quererte.
No quiero que seas mi espejo negro.
Tengo miedo a ya no desearte.
- Dame tu alma dorada, tu mente infinita.
Arriesga la vida, el puño, la letra.
Transfórmame, querido escritor
que quiero dejar de ser hoja blanca.
Edmée Pardo Murray